-“¿Cómo imagina a Dios?”
-“Dios es negra”.
Respuesta de una activista del Movimiento por los Derechos Civiles, en EEUU, a la pregunta de un periodista blanco, 1968
Tres fueron las diosas que compitieron ante Paris por la manzana dorada de la belleza: Hera, Afrodita y Atenea. Ganó Afrodita y, a partir de entonces, el bello Paris tuvo dos enemigas terribles y un verdadero problema.
Ningún hombre mortal debería tentar a la suerte provocando el despecho de dos mujeres, diosas poderosas de atributos innumerables. Pero, superándose a sí mismo, Paris aún cometió otro error raptando a Helena y provocando así la ira de los hombres. Nos cuenta Homero en la Iliada que la Guerra contra Troya llevó el desastre a la ciudad, que sucumbió ante el ejército de los griegos y ante su diosa protectora, Atenea, la cual hizo alarde de su ingenio y sus conocimientos de estrategia militar durante toda la contienda.
Decididamente, ofender a una diosa “lista” es un error.
Pero, así y todo, la historia esta plagada de ofensas al libre pensamiento y a las personas que lo practican. Por ejemplo, en nuestra época, la libertad personal se ha convertido en el paradigma de los bienes más deseados. ¿Quién no aspira, en mayor o menor medida, a disponer de libertad de decisión en su propia vida? Sin embargo, para aquellos y aquellas que ponen todo su empeño en obtenerla se plantean auténticos problemas de aislamiento e incomprensión social.
Por esta razón, hablar de Atenea es hablar de la nueva estrategia humana, de los nuevos tiempos y de un nuevo concepto sobre el significado social de ser hombre o mujer.
Como otros compañeros astrólogos, yo también coincido en reconocer a la Diosa Atenea como simbólica regente femenina del signo de Acuario. Así, sugiero al lector que estudie el mito griego de Atenea y compruebe como resulta enormemente coherente con la sensibilidad innovadora de las cualidades acuarianas.
La diosa Atenea, a quien los griegos llamaban Palas Atenea, protectora de la polis de Atenas, era venerada bajo dos aspectos: como diosa guerrera y como diosa de las artes, de la paz y de la inteligencia. En ella estaban reunidas la máxima fuerza y la máxima sabiduría.
Tengo que confesar que Atenea, personalmente, me fascina. He aquí una de sus imágenes más elocuentes, Atenea Pensativa, que se encuentra en el Museo Arqueológico de la Acropolis Ateniense:
Su túnica, el peplo ritual que ceñían las jóvenes muchachas atenienses durante las ceremonias religiosas en honor a la diosa, cae recto en pliegues simétricos hasta el suelo, marcando su silueta.
La imagen de la diosa recuerda una austera columna dórica, semejante a las blancas columnas de mármol de su Templo, el Partenón. En su vestido se expresa la aparente y elegante simplicidad del pensamiento puro, que en realidad sólo se obtiene de la alta sabiduría. Pero si miramos bien observamos que las cintas del peplo marcan sus discretos senos de joven mujer.
Sí, debajo del austero vestido de Atenea se encuentra agazapada una mujer... que piensa.
Y quiero pensar que esta mujer fascinada por el pensamiento, también es capaz de fascinarse por los sueños. Y entre todos los sueños, por el más difícil de alcanzar: el sueño de la libertad. Libertad para gobernar su propia vida y su destino, sin renunciar a nada.
Así, con los avances innovadores de nuestro tiempo, tanto tecnológicos como sociales, cada vez con más frecuencia observamos el despertar de Atenea en nuestro entorno más cercano.
Nuestras Ateneas contemporáneas no renuncian a la seducción, tampoco al sexo, todo lo contrario, no renuncian fácilmente a ellas mismas.
Es previsible que, acostumbrada aun nuestra sociedad a otros conceptos femeninos-masculinos más arraigados y antiguos, Atenea sea percibida como una diosa extraña que se rige por otras normas.
Es normal, socialmente, que este nuevo estilo de personas (lo mismo me da hablar de mujeres o de hombres) provoquen desconcierto en las mentes más adaptadas a antiguas formas sociales. Pero es importante reconocer que del desconcierto Atenea obtiene la oportunidad de observar, analizar reacciones y comprender mejor la sociedad que la rodea. Porque para Atenea, que es por esencia un ser sociable, comprender a los otros es el único camino para amarlos, para integrarlos y así mantener la convivencia.
Y siguiendo la observación de Atenea Pensativa aún podemos destacar un par de ideas. Observemos la lanza que la Diosa porta en su mano: Finalmente es un arma. Observamos a Atenea pensando, meditando, apoyada sobre un arma ¡Vaya!
Desde el concepto femenino, es decir de introspección, podríamos utilizar el término de “herramientas estratégicas” para definir aquellas armas que sirven para marcar los límites de la independencia y por tanto, también de la seducción: “Armas de mujer”.
Así, la diferencia entre la espada y la lanza, se basa en su manera de uso. La espada requiere de la fuerza incisiva, centrífuga, masculina, del guerrero para ser eficaz. Mientras que la lanza puede utilizarse de dos formas: puede lanzarse contra el adversario y una vez fuera de la mano actuar por su propia inercia, o bien puede ser apoyada contra el suelo (no es necesario tener mucha fuerza) y esperar el ataque del adversario, es decir, utilizando su fuerza centrípeta, femenina.
La espada simboliza la voluntad activa, la lanza es la intuición.
Por eso Atenea lleva lanza, porque sobre la intuición se apoya la Diosa para hacer caminar su pensamiento.
miércoles, 28 de octubre de 2009
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