Sobre la columna, bajo la columna.
Sobre el cielo, bajo el suelo.
¿Donde estamos nosotras, las fértiles
damas de la vida?
¿Donde está nuestro gozo?
¡Quiero ver, hacia dentro y hacia afuera,
por los poros de mi piel!
Delante de mí, en escena, una niña se
asoma a la existencia y descubre sus manos de tejedora de sueños imposibles.
Pero el suelo quema, sí, como la sangre
de la primera vez, como el semen de los hombres, como los ojos de los deseos,
como la luz del cenit sobre los pechos desnudos, sobre las espaldas firmes a
pesar del miedo.
A pesar del miedo... soy yo.
Lo fascinante de los hombres es que
sienten fascinación por las mujeres.
Lo fascinante de nosotras, es que
empezamos a fascinarnos con nosotras mismas, ¿y esto es nuevo?.
Trés fases tiene la Luna, y otra oscura.
Trés tiempos tiene la vida...
La Creciente, armoniosa Afrodita, bella y sutil virgen desvirgada.
La Llena, blanca inmutable, arrastra su
manto sobre el rastrojo y con los pies roza el fuego de la vida. Es rotunda su
belleza cuando el pelo cae hacia atrás en una cascada incontenible. Erguida, su
estatura se duplica. Esta sí es carne de mi carne.
La Menguante, ella es la hechicera. Para
unir el todo, antes ha separado las partes y las ha medido, solo así podrá
inventar de nuevo la aventura.
La Oscura, caldero nutriente de todas las
cosas, gestante del nuevo ciclo. Latentes están, durante los trés días de Luna
Negra, el caos y el orden, la armonía y la lucha.
El embrión de lo que será se condensa en
una gota de rocio al amanecer. Y en una espiral sin fin, la dadora de la vida, tejiendo
y destejiendo, mira sus manos con placer.
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