Entre Budapest yViena
Ayer hubo luna llena en Piscis y llovió hasta terminar con las aguas del Cielo y la Tierra.
Pero no era de tristeza, ni de melancolía.
Una lluvia alegre y a la vez nostálgica caía sobre el Danubio, mientras nuestro barco remontaba el río.
En la cubierta superior, una marea de adolescentes nos desbordaba con sus risas y sus idas y venidas. No fue una lluvia triste.
El río se ensanchó, no solo porque el agua que baja es mucha, sino porque la pequeña niebla que levantó la fría lluvia inundó las riberas, besando los árboles de la orilla, meciendo sus ramas sobre la corriente.
La luz de la tarde era blanca, como la leche, y la presencia viva de ese hombre lejano estaba sobre la estela del barco en movimiento. Qué lejos y qué cerca a la vez. Qué hermosa incertidumbre dudar de la fidelidad de su pensamiento. No piensa en mi, pero yo si pienso en él y eso es suficiente para crear mi nostalgia.
Seguiría viajando infinitamente, días y días, hasta reposar en el sueño perdido del olvido y lo llevaría conmigo, en mi memoria, como un ser legendario. Seguiría viajando eternamente, deseando volver a cada paso. Seguiría viajando hasta el olvido de todo, para no saber a dónde volver y entonces encontrar mi raíz cerrando el círculo. Seguiría viajando, guardando a todos en mi memoria.
Pero todos han regresado ya a casa. Solo yo y mi hijo falto y estoy en la mente de todos ellos. Me reclaman sórdidamente con su pensamiento.
Sin embargo, el mundo es tan grande y ellos tan numerosos!
MEMORIAS DEL AGUA
Escrito sobre las primeras páginas de “Viernes o los Limbos del Pacífico” de Michel Tournier